AL ENCUENTRO DE LAS MÉRIDAS MÁS DE MEDIO SIGLO DE REENCUENTROS


De María Teresa Mézquita Méndez

Para las tres Méridas es el mismo sol. Su luz se refleja en la montaña, se extiende de la nieve a la dehesa, de las tierras bajas a las altas, del río al cenote, del páramo al campo de bellotas. Y “raja piedras” en el ardiente verano de la capital de Yucatán; y seca el aire estival en la romana Emérita de hoy, y baña y abraza de luz dorada el urbano paisaje andino y merideño.

Es el mismo sol para las tres. Y testigo de su historia, de sus historias, tiende por los aires lazos de oro y fuego y, así como ilumina el vuelo de las águilas blancas que la Caribay mitológica legó a los andes venezolanos, da fe del esplendor y decadencia de Ichcaansihó y de la monumental Emérita Augusta, la capital gloriosa de la Lusitania romana.

Y el tiempo pasa. Y los brazos solares mecen en hamaca de luz a la colonial capital de Yucatán de casonas de cal y canto y llevan por los aires a la elevada ciudad universitaria fundada en el cielo de Venezuela por el emeritense Juan Rodríguez Xuárez. En España, las ruinas romanas resplandecen también, ya pasado el polvo de los años y el olvido.

Las Méridas del Mundo. Tres, aunque hay más, distintas de las otras, bañadas por el sol. Pero… ¿tienen algo en común?, ¿se parecen de verdad? o ¿sólo se llaman igual?

Si los nominalistas, como decía Manuel Alvar López presidente hasta 1991 de la Real Academia Española, sostienen que el nombre hace al hombre, algunos creemos, como ellos, que también estas ciudades hablan a través de sus nombres y que su voz nos acaricia o nos asusta. “Mi ciudad (dijo Alvar López) ahora es Mérida, con todas las evocaciones que queramos”.

Así, bañadas de sol, mis ciudades son Mérida, Mérida la de aquí y Méridas las de allá… tres ciudades, tres historias y una sola realidad que invita a recorrer “Al encuentro de las Méridas”, un viaje por estas tres históricas ciudades de piedras eternas, de monumentos naturales, de misterios antiguos engarzados en el presente luminoso.

Iremos al paso, lector, bajo el radiante sol. Bienvenido al encuentro.

María Teresa Mézquita Méndez





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